28 de octubre de 2011

Para esos días de lluvia

Enrica había salido de su casa tan contenta como siempre, el único problema es que había comenzado a llover de manera tan salvaje que el pelo mediterráneo de Paz Vega se había rizado de tal forma que era más sencillo raparla al cero que desenredárselo.

Por suerte Enrica era una chica precavida y nunca salía de su casa sin sus plataformas, ¿se iba a mojar ella los pies?, nunca, era una chica moderna (quizás demasiado) y actual (creo que tan actual que el resto de la humanidad todavía no la había alcanzado) y no le importaba sufrir en sus carnes lo que un malévolo fetichista diseñador de zapatos había planeado para sus pupilas.

 

Enrica daba gracias al diseñador porque no se le volverían a constipar los tobillos como ya le había pasado otra vez, iba feliz y contenta mirando al mundo desde sus plataformas cuando de pronto una farola se interpuso en minuto de gloria en aquella calle tan transitada del centro de la ciudad y le vino a la cabeza aquella famosa frase del filósofo Lightyear “Hasta el infinito y más allá”… que fue más o menos dónde acabaron las piezas de su ipod al caerse al suelo.

zapaticos

Su ipod ahora estaba con su creador.

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